LA VIOLENCIA NO SE JUSTIFICA POR UN PARTIDO DE FUTBOL
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Ninguna derrota vale la pena como para agredirse; aunque los jugadores y cuerpo técnico, o la directiva fueran lo peor del mundo, nada hay que justifique la violencia.
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Suponiendo que el equipo de los rayados algún día gane un partido, o mejor aún, que un día sea campeón de algo, sería un precio muy alto el que se paga para lograrlo; esto en el supuesto caso de que herir a un semejante ayude en algo para que todo mejore, lo cual no es así.
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Quienes creen que peleando, agrediendo, hiriendo a sus semejantes logran algo, se engañan a sí mismos. No se les puede llamar aficionados, ni siquiera fanáticos, sino vándalos que "aguadan" una fiesta deportiva.
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El futbol debería enseñarnos (sobre todo a los pequeñitos) la honestidad, la estrategia, la superación; forja el espíritu, ejercita la mente y es una diversión. De todo esto está distante la violencia; algunos se vuelven animales irracionales por no pensar, creyendo que un evento deportivo o un espectáculo es el gimnasio psicológico en el cual pueden desfogar sus frustraciones.
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Se necesita cultura; el futbol profesional de la mayoría de los países promueve el alcoholismo y el consumismo desmedido, creando compradores compulsivos; las cerveceras fomentan el machismo.
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Falta legislación, preparación y sobre todo falta que los medios de comunicación y los aparatos publicitarios tengan principios, algo de moral. Lejos de una sociedad despierta y culta, tenemos individuos ciegos y sin rumbo. Las piedras brutas nunca serán pulidas por este camino que transitamos.
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